miércoles, 26 de julio de 2023

Una de arroz, dos de agua

    Yo me dejo regar por la lluvia de la cebolla y me voy para el Norte, buscar los alimento que me faltan.

    Veo mi madre arrecostada en la mesada, con todo picadito, para impezar la nube de los olor. Cuando ella fritaba cebolla, parecía que la agua del lluvero istaba caindo en el suelo de la cocina.

    Una cebolla, medio morrón, un diente de ajo… A principio de mes, el guiso era con chuleta de oveja pero cuando la cosa se ponía ruim, mi padre traía una bolsa de carne picada congelada del Brasil.

    ¿De vuelta vamo comer guiso de arroz?

    No te quejes, Fabi, que hay gente que ni tiene para comer, decía mi madre mientras gotiaba arroz adentro de una taza.

    Mi madre ponía la mesa. Servía el plato de humo. Yo aplastaba las papa, y comía despacio, administrando los pedazo de carne.

    Ahora que me alimento en el Sur, lejos de los sabor de mi infancia, descubro que el mundo istá lleno de verduras que ni sé. Voy en la feria y pregunto: ¿Cómo se llama esa que parece una bombita de agua? Berenjena, me responde la señora, y yo vuelvo a preguntar: ¿es fruta o verdura?

    En mis día de Artiga, nosotro solo cocinaba con cebolla, morrón verde y ajo. El mundo era más simple.

    Cuando quiero volver al Norte de mi vida, preparo un guiso de arroz. Pico todo chiquitito y empiezo viajar en la lluvia de la cebolla. Intonce, escucho mi madre dar tres golpe con la cuchara de madera en el borde de la olla, y me despierto de la infancia.

 

Fabián Severo

Atlántida, Junio, 2017

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