Usted camina por estas calle y no encuentra ni un alma. Desierto-desierto. Agarre por ahí para la plaza, nadies. Baje por ese baldío y termine en la rotonda, nadies. A las ocho de la mañana, es muy temprano como para ver gente. Despós del meiodía, es la siesta. No hay quien se anime salir con este mormaço. La gente se acuesta abajo de las cama porque es el lugar más fresco de la casa. De noite, tampoco sale nadies porque istán dando las novela.
¿Este
pueblo existe o no existe? ¿Somo gente o solo fantasmiamo, mientras estiramo
este no hacer nada, eternamente?
Pero
sabe que acá es todo muy raro. El otro día. Silenciación de no asomar nadies.
Pueblo fantasma y de repente, aparece una doña en bicicleta y se atraviesa
indiante de un auto en la esquina. Yo escuché los grito de la abuela atirada en
el piso. No sé cómo ni de dónde, pero a los pocos segundo, la esquina hervía de
gente. El chusmerío rodeando la doña, como pirañas, estirando el pescuezo para
ver si se tenía muerto o si le faltaba alguna parte del cuerpo…
¿Cómo
puede ser? Si hace unos minuto no había un alma.
Al
rato, cargaron ella en un carro y llevaron para alguna policlínica. Fue
levantarla del piso, y el pirañaje desapareció. Desierto de nuevo. Ni un ruido
en las calle.
Parecía
una foto. Un dibujo de algún pueblo abandonado por ahí.
Fabián Severo
No hay comentarios:
Publicar un comentario